viernes, 8 de febrero de 2013

De tu ventana a la mía

El despertador vuelve a encerrar mis sueños. El desayuno en la cocina se me hace pesado, cada cucharada de cereales es como tragar clavos. Necesito un poco de aire, me cuesta respirar. Un martes bastante diferente a los demás días, guardo mi móvil en un bolsillo bien escondido, y me arreglo un poco el pelo, una simple coleta alta hace el apaño. Las horas pasan rápido. -Kass hay un chico, esperándote en la puerta. Ginna aparecía a mi lado. - pero si ya conoces a Marlos. -no, no es Marlos, es otro chico bastante joven y muy ¡guapo! La edad hacía que le fallara la memoria. Aunque si no es él ¿Quién es? -¿estas lista? -¿Qué haces aquí?- vale Lee me está dando miedo, desde cuándo sabe que trabajo en el centro comercial. -a buscarte para ver la exposición. Después de discutirlo por un momento, nos dirigimos a una gran sala donde la gente caminaba con prisas, focos que cegaban y allí estaba, mi foto en la pared. Abro los ojos porque son impresionantes las dimensiones que tiene, los colores, la perspectiva. Tras este breve momento de fascinación, recorremos la sala, se escuchan pocas conversaciones, las risas son pequeños cristales chocando entre si a causa del eco. La gente se impacienta por salir obligados por un cartel que se encuentra cada poco pasos, “prohibido fumar”. En la salida, varios grupos de personas charlan, acompañados por el humo de sus cigarrillos, que se apropian de sus silencios, breves pero intensos. Es un placer que se ve interrumpido pues el tiempo vuelve a amenazar con lluvia. Poco a poco se ven paraguas, algunas personas desisten y entrar apurando las últimas caladas. No hay palabras dirigidas a nadie, en silencio volvemos a casa. Me agrada pasar tiempo con él. Fuera del autobús la lluvia moja a andantes ignorantes de las noticias de la noche anterior. En una parada se bajan varias personas pero suben el doble, consecuencia, empujones y todos apretados en un lugar cerrado. El vapor impregna las ventanas.