sábado, 19 de marzo de 2011

De tu ventana a la mía

Mientras tanto, los minutos pasan y se acerca la hora.
Me arreglé como pude y no reparé en que hacerme en el pelo. ¿Corro? No, vuelo.
Verlo allí otra vez esperándome, como si del tiempo no se acordara, sentado en el banco verde de hierro.
-quedan dos minutos para las 6, ¿cómo es que ya estas aquí?
-no se, me aburría…no en verdad, tenia ganas de verte - me sonríe.
Algo sacó de su lado, era una flor. Me sonrojé cuando me la ofreció.
La noche fue bastante agradable, las horas pasaron como minutos. Se encabezonó en que me tenía que invitar a cenar…después de un rato discutiendo que yo pagaría mi parte y el la suya.
Tras una cena bastante cara, dimos un paseo por las calles.
-Kassiu yo a tu lado, me siento mejor persona.
Me está mirando con ternura, quise decirle que era el para mi.
En el silencio, donde casi se puede escuchar mi latido acelerado por la emoción, busco las palabras. Estamos sentados en un banco de un parque alejado de cualquier curioso.
Le noto nervioso, me mira, le miro. Pasan un matrimonio cogidos de la mano. Le sigo con la mirada, se aman.
Algo se ha movido a mi lado, Marlos se ha acercado y me esta mirando fijamente. Giro la cabeza.
Siento como se acerca, mi respiración se corta, se acerca, su aliento rompe en mi rostro, su nariz acaricia levemente la mía, gira la cabeza, se acerca aun más, cierra los ojos, hago lo mismo y…suena el móvil.
-disculpa.
Me echo hacia atrás, respiro hondo.
-si, pero estoy ahora ocupado, no, tiene que ser otro día…
¿Qué será? Que es tan importante.
Me mira con cara de "perdoname" pero no se si podré.
-está bien, si es así iré - cuelga y acto seguido me da una explicación - Kassiu el bufé de abogados, pide la ayuda de todos los miembros y soy uno de ellos.
-lo entiendo no pasa nada, ve.
Se aleja rápidamente.
Camino hacia mi piso, sin pensar, un poco con el humor bajo y sin ganas de nada. De repente, me surgen dudas.
No lo entiendo el porque no lo veo tan fácil, ni tan claro como antes, y ¿si es pasajero?
-aah- me acabo de pinchar con una espina de la rosa. Me quedo rato mirando la yema de mi dedo, esperando esa gotita de sangre, pero no quiere salir.
Pierdo el hilo de mis pensamientos. Y ahora ando por la calle más feliz, de vez en cuando huelo la rosa.
Me entran unas ganas enormes de gritar, de gritarle al mundo lo que siento, por quien.
Dispuesta a gritar su nombre, me he dado cuenta que está Lee en la puerta sonriendo.